He pensado que he escrito de todas las personas que me rodean y que me hacen feliz, pero me equivoqué, pues hay dos a quienes tengo que agradecer en esta época que se utiliza para recordar las cosas buenas; las malas "al carajo".
Aracelis del Coromoto es mi madre, mejor conocida en las cercanías de su cuarto como La Flor de Zaraza. Pero este año confirmé que tengo otras dos madres; hermosas ellas.

La primera es Eleida Briceño. Todo el mundo la llama madre en la fuente de Sucesos en la zona norte del estado Anzoátegui. Es mucho lo que hay que aprender de ella. Su vida ha sido un ejemplo de constancia, y a pesar de ello, lleva una sonrisa llena de esperanza, de una palabra amiga y el paso de mano sincero.
Ella es Eleida, la madre. Se fue ahora a su tierra en Maracaibo con una crisis de lo que ahora llaman "micoplasma". Estoy seguro que por allá todos sus males acabarán, y que junto a su inseparable Julito, consigan tranquilidad en las calientes tierras zuliana.
De aquellos lares viene la mujer hermosa del centro del estado Anzoátegui. Una gata que adoptó a un enano. No hay cosa más sabrosa y placentera que regalarse media hora para hablar con Moreiba Castellanos. Las sonrisas se te salen entre el escuchar de la música en unos audífonos y el preguntar de tus compañeros de cubículos: "¿por qué te ríes?"
La vida le regaló a More muchas cosas, y ahora ella me regala esa devoción hacia alguien que conoce por vía messenger. Ella me pidió un día que escribiera sobre el amor de una Gata a un Enano, pero esa se la debo todavía.
Son dos madres que me gasto, quienes junto a Aracelis, me complementan la vida.
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