domingo, 29 de marzo de 2009

Aaron y yo


Cuando creí que ya no podíamos hacer nada para llevar un perro a casa, a mi papá se le ocurrió la grandiosa idea de traer a un turrón negro, que al principio, mi mamá lo llamó: La Mancha Negra (no es contigo Yeraldyn).

Pero la manchita entró sorpresivamente, sin planificación y con un precedente un poco malo para nosotros, pero bueno para Almita. Mila, es la pequeña que ahora cuida Alma (bueno su papá y hermano). Es una perrita muy inquieta y era muy difícil de tranquilizarla. El día que estuvo en la casa nadie durmió y algunas pocas cosas se salvaron. Jajajajaja, exagero.

Estábamos decididos a que no éramos familia que un perro quisiera adoptar. Fichados, condenados y erradicados de los defensores de los animales, llega el corotico negro ese que llaman: Aaron Leonado Obama de Los Reyes Pérez Mi Sueñito. Cada quien le puso su nombre: Aaron (papá), Leonardo (yo), Obama (mamá), de Los Reyes (la perra José Morales), Pérez (Susana) y Mi Sueñito (Luis y Katherine).

Un nombre largo para tan pequeño personaje. El comienzo fue fácil. El chiquitín durmió sin coto, y comía tres veces al día. Tomaba agua lo suficiente, y lo mejor: hacía pipí y pupú sobre el periódico (Ya sé a dónde va a parar mi trabajo).

Los días fueron pasando y comenzaron algunas limitaciones porque no quería dormir solo, y mi papá abría su puerta para darle compañía. Luego le entró unas ganas inquietas de morder todo lo que estaba en el piso, obligándome a limpiar a cada rato para que no hubiese algún obejeto que no pudiera ingerir.

Así fue como fue pegando en mi papá y en mí: Aaron. Pero su conducta fue recrudeciendo. No hay un zapato o una chola que no se haya saboreado, y todavía no hemos encontrado un hueso que le compraron.

Lo mejor de todo es que ha tenido la desfachatez de que mi mamá (la popular maíta), lo ha consentido como le ha dado la gana. Tiene pelotas, pañales de tela, platicos y hasta una pijama de Garfield, más la humilde pechera y collar que yo le compré.

Angélica (chiripa de bomba El Carmen) me dijo que viera la película Marley yo, luego que le comentara que mi papá tenía que pararse a media noche a abrirle la puerta. Bueno, no me importó la propaganda del 20 pirata, y puse mi DVD pirata en mi cuarto, y con él de compañía. Se quedó dormido, y a los ladridos de Marley se despertaba.

Pero es cierto, Chiripa, los perros lo dan todo a quienes ven como grandes (eso en mí es difícil). Somos sus superhéroes; el Bart de Ayudante de Santa; la Esther de Billy; su Bugs Bunny; el dólar regulado o su aumento de sueldo.

Ya conoce el sonido de mis llaves, la voz de la mañana, el ruedo de mis pantalones y la pequeña caricia que le doy, a lo que él responde con toda su efusividad con un lamido, un ladrido y una mirada que me dice: ¿no vas a jugar más conmigo?